[Enviado por Red de lucha y propaganda]
Fueron los primeros en salvar al gobierno de Piñera aquel 15 de noviembre del 2019. Mientras en la calle nuestra gente era reprimida por los pacos, siendo mutilada y presa en los brutales enfrentamientos de la revuelta, ellxs prefirieron salvar la democracia tutelada de los ricos y se sentaron a conversar con quienes mandaban a golpear, encarcelar o asesinar a nuestrxs compañerxs. Desde aquella fecha, la lucha de clases muestra los rostros de quienes, inundados por el miedo, se sentaron a dialogar y salvar sus privilegios, contra quienes salieron con rabia a enfrentar este sistema criminal y quienes lo defienden.
El reformismo logro nuevamente adjudicarse una movilización que no le pertenecía, copiando consignas nacidas en la revuelta y usándolas de slogan para sus partidos y sus campañas electorales. Al hacer el acuerdo con la derecha pinochetista, trazo el camino para salvar la democracia al iniciar un plebiscito para cambiar la constitución de 1980 (o la de Lagos, para los que les gusta adornar la realidad). La propuesta no era menor; prácticamente había sido la lucha principal de la izquierda desde su implementación durante la Dictadura, y bajo este contexto, se podría cambiar la principal traba de las luchas sociales de los últimos años a través de un proceso institucional, o sea por las buenas. Tanto el plebiscito de entrada, la elección de constituyentes y la campaña presidencial de Boric lleno de esperanzas y falsas ilusiones de cambio no solo a esta izquierda ebria de promesas, sino también al resto de la gente que busco cambios profundos en esta revuelta. Nuestrxs vecinxs, familiares y amigxs, muchxs quienes apañaron los enfrentamientos callejeros compartiendo la rabia, fueron tras estas promesas de cambio desde arriba. Lamentablemente, la historia nos ha dejado experiencias de derrotas que debiésemos revisar de vez en cuando, sobre todo a esa izquierda que le encanta adornar y mistificar el pasado, para así no caer en los mismos errores, errores como creer que los cambios se hacen a través de las instituciones, de la mano de los ricos y los dueños de este país, esos mismos que hace un par de años hablaban del oasis de Sudamérica, sumergidos en sus realidades elitistas, mientras la gran mayoría gana una miseria, pasa dos horas en transporte público, con horarios extenuantes, sin mencionar la salud pública, el acceso a vivienda y educación.
La reacción era obvia; creer que los ricos y sus representantes políticos se iban a quedar tranquilos mientras un grupo de desconocidxs les escribía la ruta constitucional es caer en lo iluso, es no tener memoria histórica. Políticamente fueron derrotadxs, sin embargo, los ricos utilizaron otras herramientas para desprestigiar el proceso y finalmente deslegitimarlo; la prensa. Para nadie es sorpresa el monopolio comunicacional existente en Chile, donde los grupos económicos más favorecidos tienen un abanico de medios informativos donde pueden difundir su discurso de clase ocultos en una falsa cortina de neutralidad. Canales abiertos, medios escritos y radios fueron desde el día uno de la convención el principal instrumento de propaganda del rechazo. Tal es el caso de matinales, donde además de buscar reflotar la farándula y el contenido basura, tan cuestionado en la revuelta, teníamos constantemente animadores desprestigiando la convención, o como ha sido la tónica del último tiempo, sobreponiendo la demanda de seguridad por encima de cualquier otra necesidad. Por otro lado, tenemos medios escritos como la tercera, el mercurio e incluso la cuarta, quienes constantemente le cedían espacio comunicacional a convencionales de ultraderecha (como Teresa marinovic) quienes al ver que no tenían capacidad de cambiar las decisiones en la convención, utilizaron los recursos comunicacionales para no solo desprestigiar al trabajo de sus pares, sino también insultar a otros convencionales, (sobre todo del mundo mapuche, tan clásico de la derecha racista) y así convertirse en un interlocutor validados por la prensa. La cuarta por su lado, con su lenguaje y contenido básico (mal llamado popular) le da tribuna a todo tipo de publicaciones de famosos de ultraderecha que desprestigiaban el proceso constituyente, además de hacerle publicidad gratuita a programas de derecha como «sin filtro» y otros personajes nauseabundos de la tele que no son necesario nombrarlos. El caso de la Radio Biobío es repudiable, viéndose con mayor claridad tras la elección de Boric, presionando junto a la derecha por medidas represivas en el wallmapu o contra la inmigración ilegal. Tomas Mocciatti, dueño de la radio y tristemente conocido por sus políticas antisindicales, tenía cada fin de semana videos en internet donde proliferaba contra el plebiscito, llamando abiertamente este proceso como «insurreccional, revolucionario», una visión claramente basada en un miedo de clase, en la histórica estrategia del «terror rojo» tan clásica de la derecha en este territorio. Los ánimos conflictivos propios de la revuelta se vieron diezmados por la pandemia y el contexto convencional, y es ahí donde la prensa recupero terreno, ese terreno perdido con la gente que los criticaba abiertamente cuando cubrían el estallido.
Bajo esta realidad, la izquierda nuevamente apuesta por el camino institucional, ilusamente esperando cambiar una realidad de miseria tan profunda en este país con un voto y la protesta carnavalera, tal como lo han hecho los últimos 30 años. La fiebre del plebiscito y la convención los llevo a tener un candidato único para las elecciones presidenciales del 2021, Gabriel Boric, un personaje ya conocido por un discurso tibio y conciliador incluso antes de la revuelta, y bajo un contexto de conflicto y polarización con una derecha derrotada, jugaron con la dicotomía Boric vs fascismo (representado por Kast) para poder arrastrar a más gente que pudiese ver en el candidato del pinochetismo un serio peligro para esos pequeños «logros» progresistas en el congreso. Esta izquierda entreguista, haciendo caso omiso a la memoria histórica de quienes sufrieron la derrota del proyecto de la Unidad Popular con torturas, desapariciones, cárcel y muertes, se lanza a una carrera electoral buscando instalarse en un Estado que en la práctica no les pertenece. Es ahí donde confiados en su apuesta por los cambios «desde arriba», terminan ocupando los puestos de quienes criticaban hace un par de años, jugando a ser parte la revuelta. aquí comienza el declive del discurso de la «esperanza» tras la llegada de Boric; al no tener las mayorías necesarias para hacer reformas estructurales, se arrastra pidiendo ayuda hacia el bloque político de la ex concertación, esos mismos que criticaba el frente amplio para poder escalar al congreso años anteriores. Este gobierno no solo se quedó pidiendo ayuda a un bloque desgastado por darle continuidad al modelo neoliberal en los 90′ (incluso mejor administrado que Pinochet), si no en su naturaleza conciliadora y arrastrera termino, a los pocos meses, siendo manejado por el gremio empresarial dirigido por Juan Sutil, pidiendo disculpas a la derecha y a la prensa por cualquier tipo de concepto que no les era agradable a sus intereses (como decir wallmapu, o llamar presos políticos a los presxs de la revuelta). Tras un par de volteretas para cuidar las «instituciones», comenzó a negar las principales promesas de campaña: le dio la espalda a los presxs de la revuelta, olvidando el proyecto de ley de amnistía y quitándoles la categoría de políticos para que la derecha no les ladrara al oído, se olvidó de los miles de endeudadxs con el cae y Corfo, priorizando a futuro conmutar la deuda solo a quienes tienen los pagos al día ( ósea, si gozas de buena situación y no te portaste mal con el banco), olvidando de una de sus principales campañas. Por otro lado, tras un penoso show comunicacional, donde se buscaba entrar a la comunidad de Temucuicui y fueron recibidos a balazos al aire, se voltearon para darles el gusto al empresariado forestal, a los camioneros y a la derecha política, criminalizando la resistencia mapuche que se vive en el sur. Cediendo a la presión de estos grupos de interés, volvieron a imponer el estado de excepción que habría instalado Piñera, junto al encarcelamiento de comuneros mapuche, amparándose en querellas presentadas por el gobierno anterior. Así le dio continuidad a una política represiva instalada por la concertación hacia los años 90′, cuando comunidades iniciaron un proceso de recuperación de tierras, ejerciendo la acción directa. Una política que trae consigo la militarización de los territorios, el encarcelamiento de lonkos u otros dirigentes mapuches y también el asesinato, como fue el caso de Alex Lemun, Matías Catrileo, Mendoza Collio entre otros, asesinados por los gobiernos de Lagos y Bachelet, esos mismos que hoy en día son aclamados como símbolos del progresismo. Una política criminalizadora, represiva que no busca otra cosa que proteger los intereses millonarios de forestales, camioneros y latifundistas. Una política llevada por sus amigos socialistas, democratacristianos y por supuesto que la derecha, en eso no tienen esas diferencias que les gusta recalcar frente a periodistas. En pocos meses, pasaron de ser el gobierno de «la esperanza», el gobierno de «los cambios» a ser uno más de los gobiernos títeres del neoliberalismo, dándole continuidad al trámite democrático desgastado por la revuelta, asumiendo la defensa del modelo a costa de criminalizar y perseguir a quienes no le compraron el discurso de cambio y optaron por continuar la lucha, tal como pasa con las comunidades en resistencia en el sur y los enfrentamientos de estudiantes afuera de los liceos que han estado en boca de la prensa las últimas semanas. Un gobierno cobarde y sin carácter, que pide disculpas constantemente si se sale del libreto que a la derecha y al empresariado le gusta, que voltea sus posiciones más críticas para agradar a sus colegas de la ex concertación (hoy en día ya instalados en la moneda, tal el caso de Toha en el ministerio del interior). Un claro ejemplo actual del porque el Estado no debiese ser un objetivo para nadie quien busca cambios reales, de cómo se domestican incluso los discursos más livianos y tibios de la izquierda llegando al poder.
La revuelta de octubre del 2019 fue uno de los quiebres más grandes en la historia de este territorio, superando con creces a esas explosiones sociales que han marcado el siglo XX, caracterizadas por ser más cortas y menos masivas. El estallido de rabia vivido aquellos días dio cabida no solo a grandes enfrentamientos con la policía y ataques a cuarteles a nivel nacional, junto al ataque a bancos, iglesias, universidades y el saqueo a grandes supermercados y mayoristas, sino también a una serie de prácticas revolucionarias, perdidas en la rutina neoliberal y el individualismo que nos imponen, como la solidaridad; la conformación de grupos de salud atendiendo a lxs heridxs en la pelea con los pacos, en la entrega de alimentos a manifestantes por parte de otrxs, las ollas comunes y las asambleas territoriales levantadas o fortalecidas en este contexto de quiebre social, huertos comunitarios levantados en distintas comunas, las redes de apoyo a lxs presxs que iban cayendo y a sus familiares, barricadas hechas a mano entre quienes quebraban el asfalto y quienes repartían el material a lxs demás, en fin, una serie de reacciones solidarias entre nosotrxs que nos demuestra en la práctica que otra realidad podemos construirla a pulso, entre nuestra gente, nuestrxs vecinxs sin andar pidiendo limosnas a un Estado que está hecho y construido para mantener los privilegios de los ricos y corrompen cualquier iniciativa revolucionaria nacida en las protestas populares. Existe otra realidad oculta bajo los intereses mezquinos y materiales de un neoliberalismo egoísta, que impone el «sálvate solo» sin pensar en el otro, que te enseña adorar autos de lujos y vidas de ricos, que te enseña que es más importante cambiar el celular al año que todxs tus vecinxs y amigxs tengan una casa decente. Aquel octubre logro destruir esas lógicas egoístas y aspiracionales, por eso las clases dominantes, los empresarios, políticos, «panel de expertos», apitutados varios tuvieron tanto miedo, e hicieron un esfuerzo por superar sus diferencias pequeñas aquel 15 de noviembre, el día que le salvaron el culo a Piñera y todo el andamiaje democrático que sustenta sus privilegios.
Lamentablemente, tras este acuerdo trucho entre las elites políticas, termino arrebatando el protagonismo popular de este estallido hacia una izquierda electoral que no buscaba otra cosa que domesticar esta rabia explosiva, institucionalizarla y transformarla en slogan de sus partidos, viendo en esta revuelta solo una oportunidad para arrebatarle la hegemonía a la derecha y perpetuarse en el poder. Los acuerdos políticos en un principio, pero sobre todo la pandemia del Covid y la cuarentena, terminaron diezmando los ánimos y bajando la intensidad del enfrentamiento en las calles. Aunque no nos guste, todas las revueltas tienen fecha de termino y esa rabia de un principio se va apaciguando. La represión, lxs heridxs, lxs presxs son un costo para quienes vivieron la experiencia de tener un familiar en la cárcel, de haber perdido un ojo, de unx amigx asesinadx o las consecuencias propias de un conflicto social y pandemia como la cesantía y el costo de la vida, no somos ajenos a esa realidad. Las revueltas pasan, sumado a la decepción provocada por las volteretas de un gobierno igual o peor que el anterior, dejo el camino abierto para la recuperación de la derecha y el discurso de la reacción, que, junto al trabajo cochino de la prensa y el discurso del terror rojo, termino dando el triunfo finalmente a la opción que rechazaba la nueva propuesta constitucional.
Hoy en día vivimos un escenario distinto. Si bien muchas voces aun reclaman por los momentos álgidos de la revuelta y la concientización social que hubo esos días, debemos asumir que esta termino hace mucho y más, hubo una derrota del sentir popular de aquellos días por no poder llevar esa rabia más allá del enfrentamiento directo con la policía. Si no somos capaces de organizarnos entre quienes no creemos en el Estado, la democracia y las instituciones para mostrar una propuesta distinta, las protestas van a terminar siempre en el mismo lugar; como un trampolín donde la izquierda amarilla puede pegarse el salto para ocupar los puestos de poder y seguir perpetuando el neoliberalismo que ya se les hizo bastante cómodo a sus intereses. Esto no es solo en Chile; a lo largo de la historia siempre llegan quienes ocupando un lenguaje populista se aprovechan del sentir popular para poder acceder a puestos de poder. Aprovechando la rabia momentánea en muchos países ha llegado esa izquierda de clase media llena de promesas de cambio para instalarse en el Estado y darle continuidad a lo que se criticó anteriormente. Lamentablemente, aunque queramos desmarcarnos de esas posturas tibias, las consecuencias desastrosas de aquellas administraciones golpean mucho al apoyo de futuras movilizaciones populares. Al ocupar las reivindicaciones sociales por parte de estos gobiernos progresistas, se pierde el apoyo a estas por asemejarlas directamente con ellos, y finalmente la gente termina convirtiéndose en carne de cañón para el discurso de la reacción, de la derecha. Hoy en día estamos viviendo esa reacción, una suerte de contraofensiva de la derecha y sus medios contra cualquier cosa que tenga que ver con la revuelta y la memoria del 18 de octubre. Los canales de televisión, esos que se mostraron tan «cercanos» al sentir de esa rabia del 2019, hoy en día se ponen la gorra de paco y ocupan el término «delincuente» tal como lo hicieron todos los años anteriores al estallido. La derecha por su parte ha creado verdaderos tribunales mediáticos para acusar a cualquier conocido que haya apoyado las reivindicaciones de la revuelta, sean políticos o periodistas. Y no solo eso, en su afán por desmemoriar a la gente busca olvidar aquella explosión de rabia, despolitizar el sentir popular y finalmente que se recuerde como una fecha «triste» donde el recuerdo solo sean los actos según ellos, «delictivos». La debilidad de carácter, la cobardía de Boric y este gobierno solo ha ayudado a que ese discurso reaccionario se masifique todavía más, marginalizando finalmente a quienes aún buscan tomarse la calle y reclamar lo que no se ha solucionado hace mas de 3 años.
Bajo este nuevo escenario, donde lo mediático se tornó sobre la delincuencia y la inmigración, hay que pelear contra la desmemoria de quienes buscan olvidar estas fechas, hay que insistir en proponer la autoorganización, la horizontalidad y el apoyo mutuo en nuestros barrios como método para no solo combatir la estafa electoral y las mentiras de cambio que ladra la clase política, sino también los problemas que aquejan nuestras comunas y poblaciones, como los asaltos a nuestra gente o el narco que se toma nuestros espacios, convirtiendo nuestras calles en terrenos de disputas de bandas rivales que se enriquecen a costa de matar en vida a muchxs de nosotrxs. No es momento de tirar la toalla ni menos sentirse derrotadxs por una derrota electoral que tuvo el reformismo y esa izquierda oportunista, nuestra lucha nunca estuvo por ahí. Debemos recordar esa organización popular levantada a pulso aquellos días, porque es la organización, la protesta y la lucha constante la que da resultados, no el circo electoral ni cualquier propuesta que salga del Estado, la clase política y grupos elitistas. Confiar nuestras vidas en quienes detentan el poder es solo caer en una trampa de promesas y terminar siendo borrego de sus campañas electorales, y continuar con el circulo vicioso interminable de cambios de mando entre derecha-izquierda sin tocar los privilegios de los grupos económicos, esos que disfrutan estas disputas mezquinas en la tele mientras siguen llenándose los bolsillos con tu salud, tu educación, tus pensiones, con tu trabajo mal pagado y la degradación del medio ambiente.
Aprender de la historia, asumir con orgullo las experiencias de solidaridad y apoyo mutuo, a rememorar y reivindicar esa violencia popular que los hizo sentarse a dialogar cagados de miedo, aunque les moleste a los moralistas que utilizan el manoseado discurso contra la violencia para justificar una paz de silencio que hasta ahora les hace disfrutar millonarias ganancias a costa del empobrecimiento de nuestra gente.
¡QUE LA DERROTA DEL REFORMISMO NO TE APACIGUE!
¡LA VIA LEGAL FRACASO Y SIEMPRE VA A FRACASAR!
¡LIBERTAD INMEDIATA A LXS PRESXS ANARQUISTAS, SUBVERSIVXS, MAPUCHE Y DE LA REVUELTA!
ORGANIZATE Y LUCHA
CONTRA EL ESTADO, POR LA ANARQUIA.
RED DE LUCHA Y PROPAGANDA – RLP